29 de enero de 2014

9 CURIOSIDADES DEL DISCURSO DE LA UNIÓN EN EEUU

Nueve curiosidades sobre el discurso sobre el estado de la Unión

Barack Obama en el discurso sobre el estado de la Unión


1.El primero
 
El primer discurso sobre el estado de la Unión lo pronunció George Washington el 8 de enero de 1790 en Nueva York. El acto se celebró en el lugar donde se acababa de celebrar su toma de posesión como presidente: el edificio que hoy se conoce como Federal Hall y que se encuentra enfrente de Wall Street. Las palabras del primer presidente apenas ocupan siete folios manuscritos que se conservan en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y que detallan su programa de gobierno en un país todavía en construcción.

2. El deber

La Constitución de EEUU no establece la obligación de pronunciar un discurso anual. Pero su segundo artículo indica que el presidente "dará de vez en cuando al Congreso información sobre el estado de la Unión y someterá a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes" para gobernar. Así fue como los presidentes siguieron el ejemplo de Washington y expusieron su programa una vez al año ante los congresistas. Pero durante muchos años sus palabras se conocieron como "el discurso anual del presidente" y no como "el discurso sobre el estado de la Unión". El término lo acuñó Franklin D. Roosevelt en 1934 y no se popularizó hasta finales de los años 40.

3. También por escrito

John Adams siguió el ejemplo de su predecesor y pronunció varios discursos anuales ante los congresistas. Pero el tercer presidente Thomas Jefferson abandonó la práctica en 1801 con el argumento de que la parafernalia era "demasiado monárquica". Un extremo detrás del cual según alguno de sus biógrafos ha percibido su temor a hablar en público. Todos los presidentes siguieron el ejemplo de Jefferson hasta 1913: el año en que el demócrata Woodrow Wilson rompió la tradición y pronunció su discurso de viva voz.

4. Wilson en el Capitolio

El anuncio de Wilson suscitó cierto estupor entre los políticos y entre los periodistas, que nunca habían visto un evento similar. El presidente escribió unas 3.500 palabras en su máquina de escribir y las leyó durante 28 minutos el 2 de diciembre de 1913. "Es difícil pensar que algo bueno puede nacer de la decisión de Wilson", escribió el editorialista del 'Baltimore Sun' después del anuncio presidencial. Al día siguiente del discurso, el senador sureño John Sharp William criticó con dureza las palabras de Wilson y las definió como "una imitación barata y de mal gusto de las pomposidades de los países monárquicos". No todos los presidentes pronunciaron siempre sus palabras después de 1913. Las secuelas de un ictus obligaron a Wilson a enviar por escrito sus dos últimos discursos. Coolidge, Hoover, Truman, Eisenhower, Nixon y Carter enviaron sus textos por escrito al menos en una ocasión. Ningún presidente lo ha vuelto a hacerlo desde 1981.

5. Algunos hitos

El discurso que pronunció el republicano Calvin Coolidge en 1923 fue el primero que se transmitió a través de la radio y el que pronunció el demócrata Harry Truman fue el primero que los ciudadanos pudieron ver a través del televisor. Lyndon Johnson fue el primero en romper con la tradición y pronunciarlo en horario nocturno en 1965 y Ronald Reagan fue el primero en posponerlo durante una semana por el desastre espacial del transbordador Challenger en enero de 1986.

6. Los más largos

Según cuenta aquí el periodista Robert Schelesinger, el más largo fue el último discurso de Jimmy Carter: un mensaje que envió por escrito al Congreso y que tenía 33.667 palabras. Casi cuatro veces más que el discurso más largo que pronunció Bill Clinton, a quien le acompaña desde sus años en Arkansas cierta fama de charlatán. El discurso más corto fue el que pronunció George Washington en 1790: apenas 1.089 palabras. Ninguno de los presidentes del siglo XX fue tan lacónico como Nixon en 1972: su alocución apenas duraron 28 minutos y 35 segundos. Tres veces menos que el último discurso de Clinton en enero del año 2000.

7. No siempre fuerte

Los presidentes suelen iniciar su discurso definiendo como "fuerte" el estado de la Unión. Pero no todos usan esa palabra. John F. Kennedy definió a la Unión como "buena" y Johnson como "libre e incansable, creciendo y llena de esperanza". Ninguno tan original como el republicano Gerald Ford, que proclamó en 1975: "El estado de la Unión no es bueno. Millones de personas buscan empleo. La inflación y la recesión están erosionando los ahorros de millones de personas más. Los precios son demasiado altos y las ventas demasiado lentas". Unas palabras que sorprendieron entonces a los periodistas, que nunca habían escuchado un discurso tan preñado de sinceridad.

8. Los mejores

A los presidentes casi nunca se les recuerda por sus discursos sobre el estado de la Unión. Entre otras cosas porque suelen ser listas de propuestas donde meten mano funcionarios, colaboradores y grupos de presión. Pero hay un puñado de excepciones memorables como el discurso de la "guerra contra la pobreza" de Johnson o el del "eje del mal" de George W. Bush. El 'Washington Post' publicó esta semana una lista con los cinco mejores de todos los tiempos: el mejor es de las "cuatro libertades" que FDR pronunció en 1941.

9. Invitados y apartados

Ronald Reagan inauguró en 1982 una tradición que desde entonces han observado todos sus sucesores: invitar a personas anónimas cuyos logros o cuyas circunstancias cita el presidente durante su alocución. El primer invitado fue Lenny Skutnik: un funcionario federal que se arrojó unos días antes del discurso a las aguas heladas del río Potomac para salvar a una mujer a punto de ahogarse después de un accidente de avión. Estos son algunos de los afortunados que seguirán el discurso este martes en la tribuna junto a Michelle Obama. Entre ellos Jeff Bauman y Carlos Arredondo, supervivientes del atentado contra el maratón de Boston.
 
Quienes no estarán en el Capitolio son un miembro del equipo de Obama y un puñado de congresistas, que seguirán las palabras del presidente en un lugar secreto para evitar dejar al país sin Gobierno en caso de una catástrofe.
 
 
Fuente:El Mundo.

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